Carlos Duguech
Analista internacional
La derrota que se abatió sobre los tambores electorales perdidosos del ex presidente de EEUU en las elecciones de finales de 2020 generó una impensada situación. Donald Trump, desde la Casa Blanca en Washington seguía las alternativas de lo que estaba sucediendo en el Capitolio, no muy lejos de su despacho. Se celebraba una muy esperada sesión que tenía por objeto ratificar los resultados electorales que ungieron presidente a Joe Biden
“Regalo de Reyes”
Dentro de unas dos semanas se cumplirán los dos años de aquel 6 de enero de 2021 cuando en la “provinciana” Washington DC se vivió un clima excepcional, nunca antes sucedido. La palabra “fraude” instalada densamente por Trump que no se resignaba a su derrota en las presidenciales contra Biden, teñía todas las expresiones con violencia, contrarias a la inminente consagración del candidato demócrata como presidente electo.
Si en lugar de Trump otra hubiera sido la persona que fogoneara y liderara esa arremetida violenta por unas horas contra el emblemático Capitolio seguramente hubiera sido detenida junto a quienes arremetieron armados interrumpiendo la sesión. Provenían de distintos lugares de los Estados Unidos, lo que sugiere una previa planificación desde la cúspide del poder, no del partido Republicano. Nada menos que del propio presidente de los EEUU. Por unas horas ocuparon el edificio en el que irrumpieron violentamente.
Hasta en los despachos de los principales senadores y representantes, haciendo gala -en no pocos casos y para que los fotografiara la prensa- del poder que estaban ejerciendo impidiendo la sesión que proclamaría al electo Biden. Baste sólo resumir en una frase de alto impacto: cinco muertos y 14 heridos en el Capitolio. Donald Trump parece haber elegido - en consonancia con su extravertida personalidad- el Día de Reyes para expresar su violenta negativa a la aceptación de que los resultados electorales. A Rey “muerto”, electoralmente, Rey puesto por la votación sin fraude, ciudadana. Nunca lo aceptó, sabiéndose el todopoderoso en dólares, que ese poder no le sirvió en esta oportunidad.
Triunfo de Biden-Harris
Estratega de los negocios inmobiliarios y de medios televisivo de su país, aun sufriendo varias quiebras, logró recomponer su status de poderoso empresario. Desde el propio Partido Republicano surgía un sector que no veía que Trump fuera el candidato apropiado para competir con Hillary Clinton.
Ella, de vastísima experiencia política y de relaciones internacionales y él, sólo un millonario dispuesto a incursionar en la arena política con el mismo espíritu, y no otro, con el que encaraba sus emprendimientos inmobiliarios y televisivos. Los propios republicanos se sorprendieron de su triunfo y así es como coronó el sueño de ser presidente de los EEUU, asumiendo frente al Capitolio. Edificio al que estará ligada su táctica ofensiva apenas los guarismos electorales de noviembre de 2019 le garantizaban la victoria de su oponente, Biden, que venía siendo vicepresidente de Obama.
Allí, quejoso de los resultados a los que le asignaba ser originados por maniobras fraudulentas, no sólo se incomodó sino que a los cuatro vientos proclamaba una idea fuerza: la consecuente no aprobación por el Congreso bicameral integrado por la Cámara de Representantes y el Senado) que debían reunirse en el Capitolio para certificar la elección.
El “General” Trump
Luego de varios intentos anteriores de Trump de lograr que se atiendan favorablemente sus denuncias de fraude electoral casi ejerciendo un título militar sin estrellas ni uniforme, Donald Trump, ante la inminencia de se consagre como manda la constitución la formula triunfante se dispuso a la acción. Al combate. “Ya”, se diría. Ésta es la oportunidad. Asaltar el Congreso, irrumpir en sus salones y desbaratar el protocolo. Un golpe comando para impedir la asunción de Biden el 20 de enero, menos de dos semanas después.
La crónica de esos acontecimientos que se sucedían en “la Capital del Mundo occidental” era más propia de países latinoamericanos o africanos, tan sacudidos por el tronar de botas y de alzamientos desde todos los márgenes, sea con cañones, aviones cazas, machetes o lanzas.
En todos esos lugares el tronar de los tambores de guerra no daban tregua ni para respirar. Desde su puesto de mando en el salón oval de la Casa Blanca, Trump seguía por televisión los acontecimientos en el Capitolio. Con la arremetida violenta de sus seguidores que momentos antes habían escuchado uno de sus tantos discursos cuestionando los guarismos electorales, los miembros de ambas cámaras buscaban cómo protegerse o escapar de la violencia de los asaltantes al Capitolio.
Hubo disparos, muertos y heridos y destrozos en los lugares donde los “trumpistas” violentos intentaban su objetivo: frustrar la certificación del triunfo demócrata. Todo veía Trump por TV y no hay constancia alguna de que haya dispuesto movilizar a las fuerzas de seguridad. Nada hizo porque se estaba haciendo lo que deseaba.
Ni su vicepresidente
Trump quería llevar con éxito su protesta repetida en todos los ámbitos posibles contra el fraude que manifiesta permitió la victoria republicana que lo desalojaría de la Casa Blanca a partir del 20 de enero. Por ello confiaba en su vice Mike Pence, presidente del Senado en el Capitolio. Pence giró 180º frustrando la pretensión de Trump. Reconoció la legalidad de las elecciones. Además, llegó a decir, casi con dramatismo: “Trump puso en riesgo a mi familia”. Enfureció tanto a Trump que se despachó sin sordinas en Twiter. La empresa lo borró de sus usuarios por semejantes exabruptos, nada menos que del presidente de USA.
“Asalto al Capitolio”
Tras un año y medio de precisos trabajos el comité del Congreso que investiga lo del Capitolio alcanzó una votación que tiene la singularidad de que fue unánime. Recomienda al Departamento de Justicia hacer responsable penalmente al ex presidente Donald Trump por los gravísimos hechos producidos hace casi dos años (06/01/21). Se tuvo en cuenta que durante 64 días, desde que concluyeran las elecciones, Trump insistía en consagrar la teoría del fraude electoral. Finalmente todo eso se probó como falsa apreciación. Trump utilizó la expresión más ordinaria: le “robaron a los republicanos” las elecciones.
Era su arenga a los cuatro vientos, desde su presidencia. Desde la Comisión de nueve miembros (dos republicanos y siete demócratas) lo califican como culpable de los delitos de incitación a la insurrección, de obstrucción de un procedimiento oficial del Congreso (la certificación del triunfo de Biden) impedido en su tiempo por la irrupción de un conjunto violento de seguidores -que antes habían participado de un acto con Trump como orador- y de conspiración para un falso testimonio y para defraudar a EEUU.
La primera vez
No hay antecedentes de que una acusación de esta naturaleza se le haya formulado contra un presidente de EEUU. Los cargos contra Trump abren instancias que involucran hasta penas de prisión y obviamente de inhabilitaciones para aspirar a cargos en el Estado.
Ante la negativa de Trump de parar el asalto al Capitolio por sus simpatizantes encolerizados y violentos alguien expresó, contundentemente: “No es apto para ocupar ningún cargo”. Y siguió: “Nadie que se comporte así en ese momento puede volver a ocupar un cargo de autoridad en nuestra nación”. ¿Qué demócrata dijo eso? Son palabras de quien ocupa la vicepresidencia de la Cámara en el Capitolio invadido por las hordas “Trumpistas”. ¿Cómo se llama? Liz Cheney. Republicana, para más. ¿Una mujer le dice eso a Trump? Sí, una mujer.
El tiburón rubio
“Me presento como candidato a presidente, aunque falten casi dos años. Tengo seguidores de hierro, los del Capitolio que se jugaron por mí. Y de paso, dificulto la tarea de la justicia que no se animará contra un candidato presidencial”. Nada difícil le resulto a este columnista suponer ese pensamiento de Trump, aunque siempre dijo de él que es el más previsible de los presidentes imprevisibles de los EEUU.